El 22% de la plantas está en peligro
Lo malo de las plantas es que no son tan simpáticas como el lince el lince ibérico o el tigre de Bengala. El ser humano, que se rige por emociones muy por encima de lo que nos gusta reconocer, comete el gravísimo de error de tratar con mayor benevolencia a unas especies respecto a otras en virtud de ciertos sentimientos en lugar de razones.
De este modo, si existe una serpiente fea y venenosa en peligro de extinción entonces estará condenada. Nadie se molestará en apoyar esa causa perdida, e incluso muchos se alegrarán de su desaparición. Los ecólogos, sabedores de este efecto, buscan “especies paraguas” que caigan bien a la población y que éstas protejan indirectamente a las demás al protegerse el medio ambiente común. Una ardilla, un oso panda, un lince o un mono sirven para este menester.
El colmo de la estulticia se da en el caso de los animales domésticos como gatos o perros, a los que hemos humanizado y sobre los que proyectamos unos sentimientos sobredimensionados. Quizás esto se deba a que vivimos en sociedades deshumanizadas en donde hay mucha soledad, violencia psicológica, tristeza y depresión. Nuestros políticos, tan sensibles ellos a las demandas de coste cero que no cambien realmente nada, ya han legislado al respecto y han introducido figuras como la de la brutalidad animal, mediante la cual pueden encerrar a un ser humano en la cárcel por matar a un perro.
Esto contrasta con las industrias contaminantes que matan a miles de animales y plantas sin que paguen por ello, o a constructoras que destrozan para siempre un ecosistema costero con el aplauso de políticos locales agradecidos y de los especuladores del lugar.
Las plantas tampoco gozan de muchas simpatías, no van de un lado a otro evitando nuestra presencia o no mueven la cola cuando llegas a casa. Se pueden buscar excusas emocionales para reivindicar su protección o invocar la belleza que proporcionan, pero nos bastan las razones objetivas para hacerlo.
Dependemos mucho más de las plantas que de los animales. La vida en la Tierra sería imposible sin ellas y son nuestra fuente de alimentos, de aire limpio, de agua dulce y medicamentos. Controlan el clima, retienen el suelo y la lluvia. La salud de los ecosistemas depende en gran medida de la salud de las plantas que contiene. La desaparición de sólo algunas de ellas conlleva la desaparición de muchos otros animales que dependen directa o indirectamente de ellas.
Valga esta larga introducción para exponer la gravedad de esta noticia que a continuación vamos a exponer. Según un análisis a escala global realizado por científicos de los Reales Jardines Botánicos de Kew, del Museo de Historia Natural en Londres y de la IUCN las plantas están tan amenazadas como los mamíferos. Una de cada cinco plantas del planeta está ya en peligro de extinción.
El estudio se enmarca dentro de los esfuerzos realizados en el año internacional sobre la biodiversidad declarado por la ONU y que está ya acabando.
Según Stephen Hopper, director de los Reales jardines Botánicos de Kew, el estudio confirma lo que ya se sospechaba: que la causa de que haya plantas en peligro de extinción se debe a la pérdida de hábitats provocada por el ser humano. Hopper dice que es la primera vez que se tiene una visión global clara sobre el riesgo de extinción de plantas en todo el mundo.
El colmo de la estulticia se da en el caso de los animales domésticos como gatos o perros, a los que hemos humanizado y sobre los que proyectamos unos sentimientos sobredimensionados. Quizás esto se deba a que vivimos en sociedades deshumanizadas en donde hay mucha soledad, violencia psicológica, tristeza y depresión. Nuestros políticos, tan sensibles ellos a las demandas de coste cero que no cambien realmente nada, ya han legislado al respecto y han introducido figuras como la de la brutalidad animal, mediante la cual pueden encerrar a un ser humano en la cárcel por matar a un perro.
Esto contrasta con las industrias contaminantes que matan a miles de animales y plantas sin que paguen por ello, o a constructoras que destrozan para siempre un ecosistema costero con el aplauso de políticos locales agradecidos y de los especuladores del lugar.
Las plantas tampoco gozan de muchas simpatías, no van de un lado a otro evitando nuestra presencia o no mueven la cola cuando llegas a casa. Se pueden buscar excusas emocionales para reivindicar su protección o invocar la belleza que proporcionan, pero nos bastan las razones objetivas para hacerlo.
Dependemos mucho más de las plantas que de los animales. La vida en la Tierra sería imposible sin ellas y son nuestra fuente de alimentos, de aire limpio, de agua dulce y medicamentos. Controlan el clima, retienen el suelo y la lluvia. La salud de los ecosistemas depende en gran medida de la salud de las plantas que contiene. La desaparición de sólo algunas de ellas conlleva la desaparición de muchos otros animales que dependen directa o indirectamente de ellas.
Valga esta larga introducción para exponer la gravedad de esta noticia que a continuación vamos a exponer. Según un análisis a escala global realizado por científicos de los Reales Jardines Botánicos de Kew, del Museo de Historia Natural en Londres y de la IUCN las plantas están tan amenazadas como los mamíferos. Una de cada cinco plantas del planeta está ya en peligro de extinción.
El estudio se enmarca dentro de los esfuerzos realizados en el año internacional sobre la biodiversidad declarado por la ONU y que está ya acabando.
Según Stephen Hopper, director de los Reales jardines Botánicos de Kew, el estudio confirma lo que ya se sospechaba: que la causa de que haya plantas en peligro de extinción se debe a la pérdida de hábitats provocada por el ser humano. Hopper dice que es la primera vez que se tiene una visión global clara sobre el riesgo de extinción de plantas en todo el mundo.
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